Gran parte de niños y niñas son llevados a terapia por múltiples quejas de padres, cuidadores, docentes y otros adultos participantes en el desarrollo y la crianza, y en su discurso escuchamos frases como “no obedece, es rebelde, no sabe cómo relacionarse, agrede a sus amigos o se agrede a sí mismo, está ansioso o deprimido”, entre otras, en las cuales se hace ver al niño o niña como responsable de sus propios síntomas, desconociendo que estas manifestaciones conductuales, comportamentales, psicológicas, emocionales e incluso somáticas, son el resultado o reflejo de factores biológicos, familiares, ambientales, genéticos y relacionales que intervienen al mismo tiempo en los estados de salud y enfermedad. Esto lleva a pensar en ocasiones que el problema es el niño o niña, que se comporta o siente de esta forma porque quiere y cómo responsable será quién más esfuerzos debe hacer para mejorar su salud mental, pidiéndole incluso efectos en corto tiempo luego de iniciar un proceso terapéutico.
Conviene prestar atención a lo anterior para cambiar la mirada del niño como responsable, al niño como resultado, y dejar de pensar en el defecto o problema de mi hijo y prestar atención en las causas de su malestar o comportamiento. Y así, la terapia será un espacio en el que interviene el compromiso del paciente, pero al mismo tiempo se involucra y responsabiliza a los padres, educadores, familiares, médicos, otros entornos y contextos de las causas del malestar o sufrimiento en el niño o niña, y permite acompañarlos de una forma más empática y compasiva a lo largo del proceso.