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Voy a que me digan qué hacer

los últimos años ha habido un auge de literatura sobre qué hacer con los padecimientos psicológicos: podcast, libros, investigaciones, artículos, vídeos, páginas web, conferencias o talleres. Estas estrategias son resultado de un auge de la preocupación por la salud y del reemplazo de la preocupación de la salvación del alma a la preocupación por la salud mental. Ante esto ha habido una proliferación también de todo tipo de técnicas y profesionales. Usualmente se escucha en estos espacios, inteligentes y convincentes argumentos sobre lo que se debe hacer para estar mejor. En el mejor de los casos el efecto de estas técnicas dura uno o dos meses. En la mayoría de los casos el sufrimiento retorna. Surge también una psicología experimental que ha ido validando unos procesos terapéuticos basados en evidencia, a través de técnicas para mejorar la salud mental. En este espacio de “Vamos a Terapia” no sabemos qué es lo mejor para usted porque, no lo conocemos, no sabemos de su historia, no conocemos sus estrategias psíquicas defensivas y de protección, como tampoco su posicionamiento subjetivo. En este espacio nos tomamos un tiempo para saber de usted y luego, juntos, poder saber qué hacer.

Nuestro interés no es decir qué hacer, es ofrecer un espacio para saber más de uno, para tener pistas sobre lo que hace sufrir, y a través de este conocimiento encontrar las alternativas para restablecer una experiencia de sí mismo más satisfactoria. Estas estrategias son construidas y consensuadas entre paciente-terapeuta. Es por esto que este espacio no está hecho para decirle a usted qué debe hacer, sino para que pueda comprender un poco más su mundo interno, sus procesos psicológicas y usted mismo(a) pueda tomar decisiones sobre qué es lo mejor, qué quiere para su vida, como quiere vivir su paso por la vida.

Las resistencias para no ir: Podemos encontrar todo tipo de explicaciones o argumentos para no iniciar una terapia. Cuestiones de dinero, tiempo o de minimizar lo que nos pasa. En muchas ocasiones normalizamos el dolor y el malestar, aprendemos a convivir con él, haciéndolo parte de nuestra forma de ser. Cuando el sufrimiento o el dolor ha hecho parte de nuestra vida cotidiana, iniciar una terapia se convierte en una amenaza ya que hemos aprendido a que la vida está vinculada al sufrimiento y aunque suene contradictorio, se puede aceptar vivir mal o sufriendo. Cuando se ha convivido mucho tiempo con el sufrimiento, el estar bien y estables, se convierte en una amenaza ya que, estar mal, ha sido la experiencia que se ha tenido de la vida.

Ir a terapia es tomar un riesgo para estar mejor, para encontrar mayor estabilidad, para tratar de conquistar una experiencia de sí mismo más satisfactoria. Es un riesgo porque, lo que comprendamos allí, tal vez no nos genere bienestar, porque entender lo que nos pasa genera miedo, rabia, más dolor y rechazo. Aún así, tomar riesgos para estar bien puede resultar favorable. Para iniciar una terapia hay que vencer varios de los argumentos que nos damos para no iniciar o para aplazar la decisión. De todas formas, un espacio de terapia no es fácil, ir a terapia es muy difícil, aún así, los que desean tener una vida más satisfactoria apostarán por una terapia psicológica así les cause dolor, pero un dolor que cura.

Una terapia soluciona los problemas sólo con saber y comprender:  Indudablemente el dolor y el sufrimiento que causa nuestra mente nos llevan a tomar todo tipo de decisiones. Hay decisiones que a veces incrementan el dolor, en otras ocasiones lo mitigan, pero generalmente estas decisiones (a sí sean auto destructivas) están encaminadas a “apagar la mente”, a dejar de sentir o vivir aquello que incesantemente retorna a nuestra mente. Las decisiones en la mayoría de los casos están relacionadas con “no más dolor”. Generalmente, las personas cercanas o lejanas juzgan las decisiones que se toman porque no entienden que hay en nuestra intimidad. Con qué pensamientos o emociones recurrentes tenemos que vérnoslas diariamente, incluso a cada segundo. La decisión más peligrosa, más arriesgada o más autodestructiva busca calmar lo que hace ruido interiormente. Por este motivo las personas recurren a infinidad de información que se obtiene por todos los medios virtuales o escritos; una infinidad de técnicas o estrategias que buscan aconsejar para que las personas se sientan mejor, o para que puedan entender o ponerle nombre a lo que viven. Así sea un diagnóstico psiquiátrico, esto genera tranquilidad de saber qué es lo que pasa en la mente.

En “Vamos a Terapia” le damos importancia al saber, al comprender, al tener claridad sobre lo que ocurre, incluso al aceptar si es necesario un diagnóstico psiquiátrico para sentir calma. Pero, estamos también seguros, que comprender no es sinónimo de transformación o curación, tal vez es la primera parte en el proceso de encaminarse a reorganizar los significados que integran nuestra forma de vida. Vemos también importante enfrentar poco a poco, asumir, tomar acciones y renunciar, frente a lo que nos resulta problemático y que en la mayoría de los casos mantiene el sufrimiento. Saber y actuar, dos verbos fundamentales en un proceso terapéutico.

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