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Infancia

¿Por qué llevar a mi hijo(a) a terapia?

Los padres suelen preocuparse por la salud mental de sus hijos(a) sólo cuando presentan conductas o reacciones emocionales muy intensas, de las que ellos no tienen control. Es decir, sólo se consulta cuando los niños(a) tienen fuertes dificultades psicológicas, pero, no hay una cultura de ofrecerle a los niños(a) espacios donde ellos puedan expresar y hablar de lo que pasa por sus mentes. A veces se descalifica a los niños(a) pensando que ellos no necesitan con quién hablar o que sus problemas son demasiado sencillos y básicos que no amerita la intervención de un psicólogo clínico. Es por esto que, en “Vamos a Terapia” resaltamos la importancia de que los niños(a) tengan espacio para hablar de lo que les pasa, de sus temores y sueños, de sus dificultades con ellos mismos en la infancia y de los problemas con la familia. Los niños(a) necesitan los mismos espacios de terapia a los que acude un adulto, porque ellos también sufren, se sienten ansiosos, se preocupan intensamente por las cosas de la vida. En este contexto podríamos decir que un niño(a) puede ser llevado a terapia para:

  1. Organizar aspectos psicológicos que lo están llevando a tener conductas o reacciones emocionales demasiado intensas, y que nos llevan a pensar que hay dificultades en el desarrollo del niño(a).
  2. Para trabajar las consecuencias de acontecimientos desafortunados (abuso, duelo, enfermedad etc.) en el desarrollo del niño(a) y que están afectando seriamente su desempeño tanto en su vida cotidiana como en el mundo escolar.
  3. Para pensar la vida de niño(a), lo que significa crecer, enfrentar los retos de la infancia y tener una infancia más satisfactoria de manera que llegue a la adolescencia con más recursos psicológicos.

Los niños no necesitan terapia

Es común escuchar padres que preguntan cuándo es la edad indicada para empezar un proceso de terapia, pues se considera que para estar en ella es necesario tener madurez, habilidades cognitivas y psicológicas para poder mantenerse en el proceso, o se piensa que aún son demasiado jóvenes y tendrán tiempo para alcanzar esas conquistas o logros en el desarrollo, incluso, en algunos casos las alertas, alarmas y diagnósticos identificados se deslegitiman porque se considera que aún hay suficiente tiempo para prestar atención a esto que le pasa a los niños. Pero la realidad es que un proceso de terapia puede darse desde temprana edad, siempre y cuando el niño o la niña tenga intención comunicativa y un lenguaje verbal, que aunque no sea muy claro le permita expresar intenciones y emociones  en las relaciones, ya que más allá de las palabras, los niños y las niñas tienen el cuerpo como principal herramienta de expresión y comunicación.

Para lograr que los niños y las niñas puedan estar en procesos de terapia a temprana edad, las metodologías y prácticas psicológicas se han adaptado y han incluido herramientas como el juego para lograr procesos de transformación subjetiva, disminuir en ellos sentimientos de tristeza, tensión, angustia, agresión, entre otros, y además, se convierten en una buena estrategia de acompañamiento a lo largo de la crianza, a partir de la cual se desarrollan habilidades y recursos psicológicos para la vida.