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Lo que nadie nos cuenta  de una terapia

Las terapias psicológicas tienen muchos mitos, algunos confirmados por los pacientes otros permanecen en el ámbito de lo fantasioso e infantil. Las terapias psicológicas sólo pueden ser adjetivadas o comprendidas por las personas que han estado en un espacio terapéutico. Los demás no podrán decir absolutamente nada de lo que ocurre en terapia, sólo son podcast que alguien escucha en momentos de necesidad. Aún así, queremos abordar aquellos aspectos de los que no se habla de una terapia.

Mi psicólogo tiene todas las respuestas y sabe lo que me pasa: con el cambio cultural y los nuevos procesos subjetivos la psicología ha ido reemplazando a las antiguas instituciones (aún presentes y esperamos que así lo sea) que eran referentes para la constitución de la subjetividad. Entre ellas están la religión, la política y la educación. Estas tres instituciones eran, las que contenían y transmitían la experiencia de vida. Eran los marcos referenciales para pensarse como humano y para trazar un proyecto de vida. Ante la crisis de estas instituciones han ido emergiendo otras instituciones que han ido cubriendo el espacio dejado por ellas. Entre éstas está la psicología. En este contexto, a los psicólogos se les empieza a delegar las características pertenecientes a las figuras líderes de estas instituciones: autoridad, saber y poder. Estas características han generado unos mitos sobre los psicólogos distantes de lo que realmente son. Es por esto que se afirma que los psicólogos son los nuevos sacerdotes contemporáneos, en la medida en que viven protestando sobre la experiencia de vida: qué es, cómo debe ser, hacía dónde se debe dirigir, cómo se debe comprender, qué se debe hacer. Particularmente en una terapia el psicólogo sólo tiene a la mano su historia de vida, su formación profesional, su formación disciplinar, su supervisión y su propia terapia. Estos insumos son los que le permitirán al psicólogo, en diálogo con el paciente comprender lo que está pasando en la experiencia de vida, y en ese mismo diálogo elaborar alternativas para que esta experiencia no duela tanto. De esta forma, el psicólogo sólo tiene unos pre-juicios completamente adecuados y de los que él está al tanto, que le permitirán comprender con el paciente lo que ocurre en su experiencia psicológica. De esta forma el psicólogo no tiene todas las respuestas, como tampoco de entrada conoce lo que le pasa al paciente. Es con el tiempo que ambos, tanto psicólogo como paciente tendrán noticia de lo que ocurre en la experiencia de vida del que consulta.

Otro aspecto importante es que el psicólogo tampoco conoce las respuestas a todas las preguntas, más aún, cuando se necesita de mucho tiempo de exploración psicológica para entender lo que pasa en la mente de alguien. Es por esto que el paciente y el psicólogo tendrán que tener paciencia, ya que las respuestas irán surgiendo poco a poco a medida que se establece un largo proceso de indagación por sí mismo. Las respuestas nunca surgen inmediatamente, surgen  con el tiempo. La mente no es transparente, sino que es opaca, es por esto que en “Vamos a Terapia” las respuestas a las preguntas que surgen se irán respondiendo con el paso del tiempo.

Una terapia es fácil: Una de las mayores dificultades con las que se encuentran las personas que inician una terapia es el mito de que son fáciles y son espacios de confort, felicidad y satisfacción. Esto ha devenido así debido a las consecuencias de una serie de técnicas terapéuticas basadas en un discurso “positivo” y “saludable” de la vida que ahoga todo aspecto negativo, doloroso, cruel e incluso mortífero. Estas técnicas han hecho entender que utilizar estrategias positivas permiten desaparecer por arte de magia aspectos negativos y crueles de la experiencia de vida. Como si se pudiera ahuyentar el dolor con la repetición frecuente de un mantra o de una actividad repetitiva por muy saludable que parezca. Estas técnicas suelen llevar a la desesperanza porque las personas se dan cuenta que aún con estas estrategias siguen experimentando dolor.

Una de las decisiones que tomó Freud en su elaboración del psicoanálisis fue el abandono de la hipnosis. Con él pudimos darnos cuenta que los efectos de la hipnosis son temporales, si es que los hay. Así mismo, otras técnicas  han tratado de abordar aspectos profundos del padecer humano. Aunque la hipnosis y estás técnicas han seguido siendo utilizadas, cosa que está bien, en una terapia psicológica no utilizamos técnicas que sabemos no van a generar efectos psicológicos lo suficientemente estables que permitan transformar ciertas experiencias personales.  Es por esto que una terapia psicológica no es fácil, porque implica tolerar durante un tiempo el sufrimiento con el que se ha convivido hasta el momento, mientras paciente-terapeuta pueden encontrar la mejor alternativa para desalojar la mayor parte del sufrimiento de la experiencia de vida. Mientras esto ocurre, habrá mucho tiempo de dolor y sufrimiento.

Por otro lado, una terapia es muy difícil porque las tareas que se van encontrando para enfrentar en la vida cotidiana no las puede hacer nadie por uno, sólo las puede hacer la persona que consulta. Muchas veces se buscan medios o caminos para evitar realizar acciones que generan ansiedad u otro tipo de sufrimiento; se suelen buscar atajos, evitaciones con tal de no enfrentar. Una terapia es muy difícil porque la única persona que puede enfrentar su propio dolor es la que consulta, nadie puede asumir los retos de la vida por uno mismo. En una terapia nos tomamos el tiempo necesario para poder ir confrontando lo que es difícil de la vida cotidiana y genera sufrimiento. Por esto es difícil, porque no es completamente positiva, satisfactoria y no se vive sin dolor.

Una terapia es rápida: Es común encontrar preocupación en los primeros encuentros por cuánto tiempo durará el proceso terapéutico, y  se espera que a modo de recetario podamos decir un número exacto de sesiones, pero aquí lo único exacto es que ha sido un imaginario pensar que una terapia es rápida. Hay un agravante que ha ido afectando la experiencia subjetiva y es la cultura de la conexión a internet. Las redes sociales y el capitalismo de la vigilancia (Zuboff, 2020) nos han vuelto cada vez más impacientes, impulsivos, infantiles, con baja tolerancia a la frustración y con una experiencia psicológica muy vulnerable. Experiencias como que, si el internet o la conexión al celular están lentas generan enojo y frustración. Lo problemático es que está reacción ha sido llevada a la experiencia de vida. Cuando alguien se siente mal o con dificultades psicológicas, como por ejemplo ansiedad, hay un fuerte deseo porque ésta desaparezca rápido. Las personas consultan con la finalidad de encontrar estrategias que les ayude a que la ansiedad u otros padecimientos se eliminen rápidamente de su experiencia. A veces la reacción ante la imposibilidad de que esto desaparezca rápidamente es recurrir inmediatamente al psiquiatra o buscar otras alternativas que en la mayoría de los casos fracasan.

En “Vamos a Terapia” no ofrecemos técnicas para desaparecer los síntomas de forma rápida. Con seguridad habrá otros espacios que ofrezcan este tipo de alternativas. Este espacio de terapia propone una indagación de la experiencia de vida con la finalidad de comprender ampliamente el significado de los síntomas con los que se convive diariamente para luego encontrar formas de aminorar el impacto en la experiencia de vida. De esta forma, el tiempo se entiende de forma diferente ya que la mente no hace uso del tiempo en la forma que lo hace la cultura de las redes sociales o el capitalismo. La mente se toma su tiempo, necesita su tiempo para ir revelando la trama psicológica que se teje alrededor de los síntomas. En la medida que se comprenda la trama psíquica que orienta nuestra experiencia en la vida, se puede estar encaminado a encontrar la manera de encauzar por otro lugar algunos de los significados de esa trama que define la vida. Para esto, se necesita tiempo…

Zuboff, S., (2020). La era del capitalismo de la vigilancia. Paidós: Barcelona. 910 págs.

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