Los niños son muy pequeños para entender el mundo de los adultos
La infancia es una etapa de la vida en la cual la separación con el mundo de los adultos es más evidente, porque se piensa que este es demasiado complejo para el entendimiento de un niño. Esto nos ha llevado a establecer incluso costumbres en las que se enseña al niño a estar lejos mientras los adultos hablan “cosas de grandes”, usar metáforas para nombrar lo que causa dolor y sufrimiento, como las pérdidas, muertes de personas cercanas, y en otros casos, ocultar información simplemente porque no se sabe cómo transmitirla, sin contemplar que así como los adultos, los niños también están inmersos en situaciones difíciles de asimilar o tramitar y necesitan que se les hable con la verdad, claridad, sinceridad y en un lenguaje acorde a su edad y momento del desarrollo.
Esto ha llevado a esconder, ocultar o simplemente no compartir con ellos aspectos relevantes de su propia vida, familia, dinámicas sociales y situaciones de la vida cotidiana, a pesar de la curiosidad de los niños que los lleva a preguntar sobre esto, porque aunque se les comparta poco, son conscientes de que algo está sucediendo. Así que, consideramos que los niños tienen la capacidad de entender y asimilar lo que pasa en su vida, cuando esto es explicado con lenguajes y metodologías acordes a la primera infancia: cuentos, juegos de roles, canciones y expresiones artísticas que contribuyen a cerrar la brecha entre el mundo de los adultos y el de los niños.
Los niños son muy pequeños para dar su opinión
A lo largo de los años, los padres y cuidadores han tenido actitudes hacia los niños y niñas en las cuales son minimizados por discursos adultocéntricos, porque se considera que son muy pequeños o inmaduros para dar y tener en cuenta sus opiniones. Por esto es común ver rutinas en los niños llenas de actividades académicas, deportivas, culturales motivadas por los intereses propios de los padres y no de sus hijos. Por esto, en Vamos a Terapia invitamos a las familias a fomentar la participación de los niños y las niñas desde la primera infancia en actividades y situaciones acordes a su edad como elegir los regalos de los cumpleaños a los que se le invita, su ropa y pasatiempos, además de participar activamente en las decisiones y actividades de la familia.
Permitir la participación de los niños y las niñas es fundamental para crecer con seguridad, independencia y autonomía, ya que tendrán herramientas para expresar placer, displacer, emociones, pensamientos, gustos e intereses. Pero esto es un trabajo que empieza en casa, pues es allí donde los padres transmiten el respeto por la opinión del otro, la escucha activa, la tolerancia y empatía, elementos necesarios para que los niños y niñas sientan que se les da un lugar importante en el cual las opiniones son valiosas, para que en el futuro de forma espontánea tengan iniciativa, tomen decisiones, establezcan vínculos seguros, expresen con facilidad variedad de emociones y se fortalezcan las habilidades comunicativas.
Los niños no tienen vida íntima o privada
Hay una creencia un poco generalizada que indica que por ser pequeños, los niños y las niñas no tienen vida íntima o privada, por lo cual se ejerce bastante control y se limitan los espacios en los cuales se demanda soledad y aislamiento, y se corre incluso el riesgo de invadir el espacio personal de los niños por el deseo constante de vigilar todo lo que hace, ve, escucha o cómo se relaciona con sus pares porque se considera que la vida íntima o privada está relacionada con la expresión de la sexualidad, y no necesariamente tiene que ser así, porque en los momentos de intimidad se fomenta la curiosidad, exploración, observación y descubrimiento de otros aspectos importantes en la vida de los niños, la diferenciación y el aprendizaje de lo que puede ser compartido con otros porque hace parte de lo público – social y aquello que es privado.
Sin duda, los espacios de intimidad le permitirán a los niños conocer su cuerpo y las diferencias de los cuerpos masculinos y femeninos, sensaciones placenteras o displacenteras, incorporar comportamientos, roles de género y re-significar sus vivencias, experiencias y sentimientos y se hace necesario que desde la infancia los padres fomenten espacios que les permitan a los niños, desde pequeños experimentar confianza y libertad mientras se está atento y se enseñan prácticas de autocuidado para disminuir situaciones de riesgo como el abuso sexual.
Los niños no tienen sexualidad
Uno de los grandes tabúes en el desarrollo infantil es que los niños no experimentan la sexualidad sino hasta entrar en la adolescencia, pero la realidad es que se presenta a lo largo del curso de vida, sin embargo, tiene unas características y manifestaciones diferentes en cada etapa de la vida, y genera incomodidad cuando la sexualidad infantil y las prácticas propias de esta etapa son vistas con características, calificativos o atributos propios de la sexualidad de los adultos (erotismo, sensualidad, provocación, entre otros), cuando en realidad los niños y las niñas experimentan prácticas de exploración, auto-conocimiento vividas de una forma saludable y las cuales son esperadas a esta edad.
El primer paso para acompañar de una forma tranquila a los niños y las niñas en la exploración de su sexualidad, es entender que esta tiene diferentes componentes: reproductivo, género, afectivo-vincular y erótico, y comprender que aunque en la cotidianidad se asocia sexualidad al erotismo, en la niñez este componente no se destaca, al contrario, el protagonismo está puesto en el componente afectivo-vincular, por lo cual hay una curiosidad constante de los niños por su cuerpo, el de los demás, las diferencias que se presentan entre ellos, la desnudez, el deseo de conocer partes íntimas y genitales de sus padres y familiares y aunque los padres no quisieran, aparece la masturbación, exploración o estimulación de los genitales.
Esta práctica ha llevado a los padres a preguntarse ¿qué hago ante la masturbación de mi hijo? ¿cómo lo acompaño? ¿Qué palabras utilizo? Y ante la confusión y el miedo que esto pueda generarles, se presentan con regularidad actitudes y comportamientos punitivos, prohibiciones, castigos y regaños para interrumpir cuanto antes la exploración de su hijo, pero es importante considerar que estas prácticas le permitirán al niño vivir en la adolescencia y adultez una sexualidad responsable, tranquila y placentera, por lo que es fundamental hablar abiertamente y establecer límites y espacios en los cuales las conductas exploratorias son validadas. Esto permitirá también a los adultos, tener una observación atenta para identificar cuando la sexualidad está siendo vivida acorde a la edad y al momento del desarrollo y cuando se presentan conductas de riesgo que requieren la atención inmediata.