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Más allá del diagnóstico psiquiátrico

Estamos viviendo un momento difícil en la comprensión de la infancia y los terapeutas nos enfrentamos a un afán de los padres por saber qué anda mal con sus hijos y en este afán por saber el niño queda reducido a un diagnóstico, una etiqueta, que en la mayoría de los casos no logra dar cuenta de lo que realmente está pasando con su hijo y se hace necesario ampliar la mirada del diagnóstico psiquiátrico, expresado en la sumatoria de síntomas que parecen de “talla única” por un diagnóstico de procesos, en el cual se presta atención a todos los factores que dan cuenta de la situación particular de cada niño o niña. 

Por esto en “Vamos a Terapia” promovemos que se miren de forma crítica estos diagnósticos que reciben comúnmente los niños: hiperactividad, ansiedad, depresión que incluso se reciben antes de que se establezca la identidad y la personalidad del niño… Promovemos una mirada que evita la patologización de la infancia y ve sus capacidades, habilidades y potencialidades.

Déficit de atención con hiperactividad

Hemos querido abordar este cuadro clínico ya que es uno de los más consultados por los padres. El TDAH  según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020) se caracteriza por falta de atención, impulsividad e hiperactividad. Estas dificultades comienzan a observarse especialmente en la etapa preescolar, con fuertes consecuencias en aprendizaje, la relación con otros y la auto-regulación.  El TDAH es una de los cuadros clínicos más sobre diagnosticados, es decir, muchos profesionales dan este diagnóstico cuando realmente el niño(a) no lo padece, generando bastante dificultades en el contexto familiar y escolar. Aún así, el diagnóstico de TDAH no es suficiente para tranquilizar al niño(a) o a la familia frente a este padecimiento. Es necesario, además del diagnóstico, hacer un abordaje terapéutico que permita al niño recuperar la capacidad de aprendizaje.

En “Vamos a Terapia” afirmamos que el niño(a) más desatento o desconcentrado, es un niño(a) que tiene su atención en otro lugar. No es que haya perdido la capacidad para atender y por ende aprender, si no que su mente (atención) está en otro lugar, en otras ideas distintas a las que el contexto inmediato requiere. En este sentido, la terapia psicológica busca comprender en dónde está puesta la atención del niño, qué ideas o pensamientos lo alejan del aprendizaje, para de esta manera, ayudarle poco a poco a retomar la capacidad de atender y aprender. El TDAH es sólo un diagnóstico que debe ser abordado, como cualquier diagnóstico, terapéuticamente. En este sentido pensamos la atención como el gusto del niño(a) por aprender, por enfocarse en lo que le gusta, por disfrutar del crear y sorprenderse con su propia creación. La pregunta sería: ¿Qué está impidiendo que esto ocurra en el niño(a)?

Depresión infantil

En la actualidad la depresión es una de las enfermedades más diagnosticadas, incluso desde la primera infancia, por esto aunque todos hemos escuchado hablar de la depresión, en muchos casos se desconocen las particularidades y diferencias de esta enfermedad en cada momento del ciclo de vida y existe el riesgo de realizar un mal diagnóstico por estas diferencias sintomáticas que se presentan en la infancia y en la adultez, que lleva en algunos casos a muchos niños a recibir este diagnóstico sin presentarlo, y en otros, a que se generen confusiones por la falta de conocimiento de los profesionales. Sin embargo, notar que se presentaran en los niños llanto, cambios en el apetito, desinterés, retraimiento, retrasos en el desarrollo cognitivo que afectaban el rendimiento escolar, alteraciones de sueño, apetito, tensión motora, tristeza notable y otros, hizo necesario que los profesionales de la salud mental en los años 60-70’s consideraran que en la primera infancia podía ser posible padecer esta enfermedad, pero ha sido necesario afinar los análisis clínicos a lo largo de los años siguientes no sólo para diagnosticar sino para atender y comprender a los niños que se enfrentan a ella.

Estos análisis clínicos contemporáneos han permitido evidenciar que más que presentarse un estado de ánimo caracterizado por la tristeza, pérdida de interés, motivación o abulia, en los niños que se encuentran deprimidos es más común que se presente un estado de ánimo predominante de irritabilidad, agresividad, incluso altos índices de actividad motora. Por esto, ante la variedad de síntomas que pueden estar dando indicios de depresión, es necesario consultar con un profesional, ya que como las investigaciones indican (Sanz & García-Vera, 2017b), la psicoterapia es uno de los tratamientos que hasta la fecha ha demostrado ser más eficaz para tratar la depresión infantil, y la cual puede ser una opción para evaluar en conjunto terapeuta y familia la pertinencia o no de la medicación en la primera infancia.

Conductas internalizantes y externalizantes en la primera infancia

Hay otros retos que se presentan en el acompañamiento a los niños y niñas, ante la poca comprensión de sus conductas y comportamientos que son vistos como problemáticos y que en la mayoría de los casos, motivan a los padres a consultar con un profesional. Estos comportamientos son separados en dos grupos: conductas internalizantes y externalizantes (Achenbach & Rescorla, 2000). En el primer grupo se encuentran las dificultades relacionadas con el sí mismo y son niños que se encuentran ansiosos, deprimidos, retraídos, inhibidos o reactivos, con presencia de somatización o que presentan conductas auto-lesivas. Mientras que en el segundo grupo, se encuentran las conductas puestas en el exterior y que son más evidentes en las interacciones y relaciones interpersonales y que terminan siendo las que mayor incomodidad generan a los adultos, ya que en ocasiones son niños que se muestran oposicionistas o desafiantes con los adultos y las normas, que agreden a pares o cuidadores, niños con dificultad en el control de impulsos y en los cuales las rabietas o desbordes emocionales son frecuentes.

Lo anterior permite reflexionar sobre la postura que toman la mayor parte de los adultos cuando identifican estos comportamientos en sus hijos, quienes en la mayoría de los casos son responsabilizados de sus síntomas y comportamientos desconociendo que estas conductas, ya sean internalizantes o externalizantes son indicios de que algo más ocurre, y será la tarea del terapeuta develar las causas de estos “malos comportamientos”.

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